martes, 10 de junio de 2008

"Para que algún día yo con Él pueda vivir"

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“Mucho antes de venir a este valle de lágrimas, entendimos que habría pesares, desilusiones, dura labor, sangre, sudor y lágrimas; pero, a pesar de todo, miramos y contemplamos esta tierra mientras se formaba para nosotros, y dijimos: ‘Sí, Padre, a pesar de todas esas cosas, puedo ver las grandes bendiciones que recibiré como uno de Tus hijos o hijas; veo que al tomar un cuerpo, al fin llegaré a ser inmortal como Tú, que podré vencer los efectos del pecado y perfeccionarme; por eso, anhelo ir a la tierra en la primera oportunidad que se me presente’. Y así fue como vinimos”.

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“Esta vida terrenal es el tiempo de prepararnos para presentarnos ante Dios, lo cual es nuestra principal responsabilidad. Después de haber obtenido un cuerpo, que se convirtió en el tabernáculo permanente de nuestro espíritu a través de las eternidades, ahora debemos capacitar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu. Por tanto, lo de mayor importancia es que empleemos ésta vida para perfeccionarnos, para sojuzgar la carne, someter el cuerpo al espíritu, superar todas nuestras debilidades, gobernar el yo de modo de poder dirigir a otras personas, y llevar a cabo todas las ordenanzas necesarias”.

[…]

“…‘Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos.’ (DyC 132:20).”

“Cuando uno comprende la extensión, la plenitud, la gloria de ese “todo” que el Señor promete otorgar a Sus fieles, bien vale cuanto cueste en paciencia, fe, sacrificio, sudor y lágrimas. Las bendiciones de la eternidad comprendidas en ese “todo” traen a los hombres la inmortalidad y la vida eterna, el desarrollo perpetuo, la dirección divina, el aumento eterno de progenie, la perfección y, con todo ello, la divinidad.”


Spencer W. Kimball

Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, Capítulo 1.

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