miércoles, 2 de abril de 2014

A un año de la gran inundación

Recuerdo la sensación de desorientación cuando apenas habían llovido 40 minutos el 2 de abril y volví a mi casa caminando con el agua a la rodilla. Cuando llegamos a casa no había luz (no hubo por seis días) y dos días después nos quedamos sin agua.Nos preocupamos un poco por los que sabemos que siempre se les mojan los pies cuando caen dos gotas... pero no teníamos idea de que era semejante despelote afuera.
Siempre que llueve cerramos las persianas por que entra agua al salpicar entre los rieles de las ventanas. Cuando las abrimos al día siguiente vimos con estupor que el edificio blanco de al lado (recién pintado) estaba todo negro de hollín. Lo más extraño era el silencio absoluto. No sólo no había tránsito de autos, sino que lo que más llamaba la atención era el silencio de los pájaros. No se escuchó ningún pájaro cantar durante cuatro o cinco días.
Las calles eran un caos. Ramas caídas, gente desorientada, personas que buscaban saber qué pasaba, dónde estaban sus familias y si todos estaban bien. Caminando por la plaza San Martín nos encontramos con un primo de papá que nos contaba que sus hijas habían tenido la casa (entera) abajo del agua. La habían rescatado en botes.
Caían mensajes de texto todo el tiempo. Mamá me contaba que aún no habían llegado a la casa, que habían pasado toda la noche en el auto tratando de cruzar la ciudad, esperando que bajara el agua... o al menos, que dejara de subir. Ella me dijo que la Av. 25 no se podía cruzar porque aún (a las 10 de la mañana del día siguiente) era un río acaudalado y violento. Henry se preocupó por sus amigos también (algunos que viven en la zona). Ellos lo pasaron feo. El agua al pecho.
Los relatos de aquel obrero en la casa de Cecilia me conmovieron hasta lo más hondo. Gente que se la llevaba la corriente. Que no sabía si iban a sobrevivir semejante violencia del agua.
Amigos de Henry contaban lo mismo, amigos de mi familia también... en lugares muy opuestos, todo al rededor de la ciudad.

Mucha tristeza y desolación.
Eso no se olvida.


Al otro día (4 de abril) comenzaron a llegar los camiones de Gendarmería, uno atrás del otro. La ciudad seguía siendo un caos, pero ahora diferente: Los precios del agua, de las velas y del combustible subía por los cielos, la gente enojada saqueaba supermercados, almacenes y hasta casas de indumentaria deportiva. Los vecinos se robaban entre sí. Se armaban grupos de militantes políticos que se adueñaban de las donaciones que llegaban a las zonas más afectadas, y no permitían que la ayuda llegara a los que realmente lo necesitaban. Quemaban cosas en la calle, haciendo piquetes, te revisaban el bolso, por poco, para ver qué traías y si se podían quedar con algo.

Por suerte, así como mucha gente se portó mal, también hubo muchas buenas y voluntarias personas que estuvieron predispuestas de entrada, para que la gente se pudiese reacomodar de a poco. Personas que se ofrecían para recuperar fotos y negativos de fotos, para que la gente aún pudiese retener buenos recuerdos de su vida antes de la inundación. Personas que se juntaban en escuelas a lavar ropa, de manera gratuita, en lavarropas donados para tal fin. Personas que juntaban y cuidaban mascotas ajenas hasta que sus dueños pudieran ubicarlos e ir a buscarlos. Y ni hablar de los montones de voluntarios que juntaron y catalogaron y repartieron de manera personal todas las donaciones, y aquellos que ayudaron a limpiar y a vacunar-curar a las personas que más lo necesitaban.


Eso tampoco se olvida.


Adjunto mapa de las zonas más afectadas por el temporal.



Éste es un monumento a las víctimas del temporal que está en la plaza de 26 y 65, desde el mes de Octubre de 2013.


A continuación un video me emociona hasta lo más profundo:
Todos a los botes! La Plata - 2 de abril de 2013
Acá abajo, también, una galería de fotos de Juan Francisco Ruiz
"La Plata después del agua"
Además agrego un enlace a una nota muy fuerte (MUY) sobre las cifras:
Los Muertos Negados

No hay comentarios.: